jueves, 2 de abril de 2015

Perdiendo el norte * *

Nacho G. Velilla, creador de series de éxito como "7 vidas" o "Aída", del descalabro de la serie "Los Quien" y de films de más o menos éxito como "Fuera de carta" y "Que se mueran los feos" ha tocado diana con su última película. "Perdiendo el norte" viene a ser una de esas típicas comedias españolas con una previsible historia de amor y una puesta al día del contexto del film "Vente a Alemania, Pepe" en que jóvenes españoles fueron a trabajar a Alemania en busca de un futuro mejor. Velilla, como artífice de productos de éxito, junto con el resto de guionistas, saben lo que hace reír al gran público: la risa y los chistes fáciles, un punto de populismo y de escatología. Es una pena que el director no se arriesgue y ofrezca un producto atrevido. Pero lo cierto es que funciona, que saca sonrisas y hasta risas del espectador. El film es entretenido y cuenta con un atractivo reparto de actores: unos pocos habituales en la comedia Yon González y Blanca Suárez (ya pareja en la serie "El internado"), el siempre efectivo Julián López, la revelación de Miki Esparbé (aunque no llega a la altura de la de Dani Rovira en "Ocho apellidos vascos", un film del que sigue cierta estela de éxito) y Úrsula Corberó. Están bien acompañados por los más veteranos y expertos cómicos Javier Cámara, Carmen Machi (que ya fueron matrimonio en la anterior película del director), Malena Alterio y el gran José Sacristán, en un papel parecido al del citado film de 1971 pero ya mayor. No obstante, este estreno tiene deficiencias de guión con situaciones poco creíbles como lo rápido que llega el protagonista en avión a Alemania desde España (y sin nada de equipaje) mientras transcurre una maratón. Aún así, esta es una producción que tiene su gracia y hace que el público se ría, por lo que es normal (y me alegro) de sus resultados en la taquilla española como el primer (y esperemos que no último) éxito del cine español de 2015.

Valoración: 5
Lo mejor: es entretenida y hace reír al público.                                                                                     Lo peor: la historia es convencional y previsible. 

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