Una chica vestida de rojo
El primer fin de semana de septiembre se estrenó en salas el tercer largometraje escrito y dirigido por Carla Simón. Marina viaja a Vigo para conocer a la familia de su padre biológico, que murió de sida, al igual que su madre, cuando ella era muy pequeña. A través de los encuentros con sus tíos, tías y abuelos, la joven intenta reconstruir un relato de sus padres biológicos, pero todos sienten demasiada vergüenza hacia los conflictos de drogas de la pareja, algo que Marina les recuerda con su presencia. Será la historia de amor adolescente que vive con su primo lo que le permite reimaginar a sus padres y conectar con ellos. De esta forma, inventa un cuento, gracias al diario de su madre, que la libera del estigma que su familia siente por ellos y cumple el deseo de entender el pasado...
Se trata de una obra sobre la memoria familiar que cierra la trilogía de su directora, compuesta por la notable 'Verano 1993' y la excelente 'Alcarràs'. Rodada en localizaciones gallegas y en español, gallego y catalán, esta coproducción española es un drama más complejo de lo que parece que se estructura mediante preguntas a partir del diario que la chica protagonista guarda de su madre biológica. La película sigue el punto de vista del personaje de Marina que sobre todo al principio observa, oye y escucha a su alrededor durante su estancia en Vigo en el verano del año 2004 donde conoce a la familia de su padre biológico y actúa de manera similar al espectador que es testigo de lo que conoce. Hay que tener en cuenta que “Romería” sería una especie de continuación de “Estiu 1993” aunque no se considera una secuela directa, pero que es mejor haber visto antes para conocer mejor la historia personal de la directora. Si en su aclamada ópera prima, la niña Frida había perdido a aus padres y se traslada con sus tíos maternos, en “Romería”, transcurridos once años, Marina, que sería el alter ego de la propia cineasta, al haber cumplido los dieciocho puede viajar sola al lugar donde vivieron sus padres biológicos, graba con su cámara ese entorno de Galicia y así puede completar el puzzle de su vida, ya que hasta entonces sólo contaba con el respaldo de la familia de su madre. Aparte de la vertiente íntima, sin dejar la perspectiva del personaje de Marina, la propuesta habla de una generación de la que pertenece la directora que son hijos de padres que en los años ochenta rompieron con la anterior dictadura franquista, cayeron en las garras de las adicciones a las drogas y finalmente murieron de SIDA en una época en que había un estigma y los enfermos fueron escondidos o encerrados. Sin embargo, parece que la directora no juzga a esta generación, no cae en escenas tremendistas ni da lecciones o hace una denuncia al respecto, simplemente intenta hacernos reflexionar sobre una generación que existió y quedó olvidada.
El estilo en la realización de C. Simón vuelve a ser naturalista y realista (con el cine de Eric Rohmer como referencia) logrando de nuevo hacer fácil lo difícil, con diálogos que casi sin querer en algún momento cuentas cosas importantes, teniendo en cuenta que antes del rodaje ha habido todo un proceso de ensayos y preparación con los actores. Mientras que sus dos anteriores obras estaban muy enraizadas en la tierra, sobre todo en “Alcarràs”, esta vez es una propuesta donde el paisaje marítimo de la costa gallega es muy importante, un mar inestable y embravecido a veces en consonancia con el estado de la protagonista que busca sus raíces y en algún momento se rebela a las normas establecidas por su familia paterna. En este sentido, este ámbito familiar recuerda al cine de Carlos Saura en que las familias callan sus verdades. Además, con respecto a su cine anterior, la directora aporta ciertas novedades como la introducción de escenas musicales, mostrar los cuerpos de los jóvenes con total naturalidad y con cierta sensualidad y, lo más interesante, una última parte del metraje más ficcionada o ensoñada que le sirve a la protagonista para completar y sanar su historia personal.
Obviamente, las personas que hayan vivido algo semejante a esta historia y tengan padres adoptivos que quieran buscar sus raíces biológicas, esta obra les puede interesar más a priori. Tengo que decir que entiendo que hay un tipo de espectador más acostumbrado a un cine comercial que no entra en este tipo de propuestas más naturalistas pero “Romería” es la película más narrativa de la directora, no resulta contemplativa, el visionado no se hace pesado y siempre mantiene el interés aunque no hay un clímax final potente.
En cuanto a otros aspectos, cabe señalar la lograda fotografía a cargo de Hélene Louvart con la que C. Simón quería trabajar desde hace tiempo, los acordes musicales sutiles aunque repetitivos compuestos por Ernest Pipó y el montaje más bien fluido característico de su cine. Mención aparte merece el reparto de actores encabezado por la joven debutante Llúcia Garcia, bien acompañada de Mitch (con poca experiencia previa en cortometrajes). El elenco de intérpretes secundarios es adecuado, formado por nombres más conocidos como Tristán UIloa, Celine Tyll (corto “Madrid-Moscú”), Myriam Gallego, Janet Novás, José Ángel Egido, Sara Casasnovas y Alberto Gracia (director de “La Parra”).
Después de marcar un hito para el cine catalán con “Alcarràs” que ganó el Oso de oro en la Berlinale, “Romería” se presentó en la sección oficial del festival de Cannes de este año donde obtuvo muy buenas críticas y la directora confirma su proyección internacional. El filme fue uno de los tres preseleccionados por la academia de cine española para optar al Oscar internacional (donde la mejor opción es “Sirat”) y de momento también junto con “Sorda” son los mejores títulos españoles de este 2025 y seguramente el que nos ocupa estará presente en la próxima temporada de premios incluyendo los Gaudí y los Goya. En definitiva, “Romería” supone un paso adelante en la trayectoria de C. Simón y promete en un futuro adentrarse en nuevas territorios (parece ser que su próximo proyecto estará relacionado con el flamenco), siendo considerada como una de las directoras a nivel europeo más interesantes del cine actual junto con la italiana Alice Rohrwacher y la francesa Mia Hansen-Love.
Valoración: 8
Lo mejor: el reparto, en especial, el descubrimiento de L. Garcia, la fotografía y las nuevas aportaciones de la directora.
Lo peor: quizás para mi gusto esperaba un poco más de la parte de la ficción dentro de la ficción.
A medida que se desarrolla la estancia en Vigo, Marina se da cuenta que las ideas que creía o le habían contado sobre sus padres no son ciertos como por ejemplo la fecha de la muerte de su padre biológico, una figura misteriosa. Sobre la familia paterna que conoce Marina, hay una escena en concreto en que el abuelo reúne a todos sus nietos en fila que me recuerda a una escena del filme “Los santos inocentes” en que el patrón da la paga a sus criados.

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