La que tendría que haber sido una
película dirigida por Matt Damon, que dejó el cargo a Gus Van Sant,
es esta agradable muestra de cine con un mensaje medioambiental
honesto. Más cerca de sus propuestas afines al gran público como
"Mi nombre es Harvey Milk", que de sus films radicales como
"Elephant", el director compone el viaje del protagonista
(un sobresaliente Damon) en su toma de conciencia desde su objetivo
inicial hasta replantearse sus valores. La película adolece de un
guión que no huye del maniqueismo en los dos bandos opuestos y tiene
un desenlace más utópico que acertado, pero el estilo visual del
realizador y la buena mano en la dirección de actores en que también
destaca Rosemarie DeWitt hacen que este estreno sobresalga por encima
de la media en la cartelera.
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