Había mucha expectación ante
la nueva película del tándem formado por Nicolas Winding Refn y
Ryan Gosling después del éxito de culto "Drive".
Presentada en la sección oficial del pasado festival de Cannes, la
película tuvo una lógica recepción dispar, ya que su violencia
explícita no viene acompañada de un argumento algo profundo. De su
anterior film, el director danés conserva su poderío visual que
hace que el espectador se quede mirando la pantalla aunque lo que se
le muestra sea desagradable; aquí hay que destacar la excelente
fotografía envolvente realizada por Larry Smith, que fue justamente
premiada en el último certamen de Sitges. Es cierto que la historia
es mínima y que puede resultar un ejercicio pretencioso de autor,
pero aparte de su brillantez formal, tiene más aspectos positivos:
es algo original en su vaciado narrativo, la puesta en escena es
atractiva y el reparto de actores es solvente; Ryan Gosling se
esfuerza en su inexpresión y vemos una sorprendentemente vengativa y
malvada Kristin Scott-Thomas, demostrando de nuevo que últimamente
es una actriz secundaria de lujo. A nivel europeo, esta cinta
francesa es de las que gusta o no, pero su controversia hace que sea
un estreno a tener en cuenta.
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