Es
costumbre que en las nominaciones a los Oscar esté presente alguna
película de bajo presupuesto. Este año, el productor Harvey
Weinstein ha sabido vender muy bien esta comedia dramática que
intenta ser optimista y dar el mensaje de que el amor es la cura a
los problemas de personajes con transtornos mentales. Tanto es así,
que el film ha conseguido hasta ocho candidaturas en las categorías
principales, teniendo a los cuatro actores más importantes en las
respectivas categorías de interpretación, cuando hacía más de
treinta años, desde "Rojos" de Warren Beatty, que un film
no aspiraba a este dato. En este sentido, el número de nominaciones
es excesivo, puesto que esta es una película sobrevalorada. Empieza
de manera interesante, dando un aire fresco a este tipo de género,
pero desgraciadamente tiene alguna escena de más (toda la discusión
sobre el partido) durante el metraje y su final, a pesar de que puede
gustar a algunos, deriva en el típico "happy end" de la
industria de Hollywood. No obstante, justo es decir que son
destacables las interpretaciones de los actores. Más que la de la
madre interpretada por Jacki Weaver (la única de la familia con la
cabeza centrada), por primera vez Bradley Cooper demuestra que puede
hacer un notable papel y Robert de Niro como el obsesivo padre del
protagonista demuestra de nuevo su talento. Pero, sobre todo, aunque
su personaje decanta el film hacia el territorio más convencional,
Jennifer Lawrence hace presente que es una de las actrices más
prometedoras de Hollywood. Esta es una de las propuestas más
comerciales de la semana, que puede dar la sorpresa y llevarse alguna
estatuilla.
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