En el estreno de este
drama con tintes de comedia, tenemos la oportunidad de ver una
muestra de cine venezolano, país del que sobre todo nos llegaron
telenovelas. Miguel Ferrari dirige un claro alegato a favor de la
tolerancia sobre gustos sexuales y de tipos de familia diferentes, ya
que lo que importa es el cariño que se tengan. No tenía muchas
esperanzas puestas en este estreno antes de verlo, ya que es
irregular y flojea el guión, preocupado hacia el desenlace en dejar
todas las tramas de los personajes con buen sabor de boca. Pero lo
cierto es que, a pesar de sus fallos, es agradable de ver y me
sorprendió que me sacara ciertas sonrisas y algún aspecto como el
destino de la pareja del protagonista, algo que no era previsible.
Con unos
títulos de crédito sugerentes y carnales, ésta es una película de
momentos, en que aspectos artísticos tienen importancia, como los
bailes de tango, la canción de ópera, "No soy una señora",
"Tonada de luna llena" o las escenas de sesiones
fotográficas. En cuanto al reparto de actores es eficaz, con una
buena aunque algo melodramática interpretación del protagonista
Guillermo García, acompañado por su hijo en la ficción,
interpretado por Ignacio Montes, que sobreactúa algo. También,
destaca la actuación de la veterana actriz venezolana Hilda
Abrahamz. Es un poco lamentable que una mujer interprete a otra que
antes era un chico, pero supongo que no es descabellado al ver el
resultado de sus operaciones de estética; y es una pena porque era
un bellezón de mujer, como se puede ver en telenovelas de hace años
como "Abigail".
Gracias a este estreno, una
coproducción hispano-venezolana, vemos propuestas venezolanas que
traspasan fronteras y que tratan aspectos comprometidos, como "Pelo
malo" (mejor conseguida) y la que nos ocupa. Su triunfo en los
últimos premios Goya por encima de "El médico alemán" o
"Gloria", estuvo en la línea del año pasado con el film
cubano "Juan de los Muertos", en que prima el dar a conocer
producciones de países con una filmografía en construcción y no
tanto sus cualidades cinematográficas. Pero si premios como la
Concha de Oro o el Goya sirven para publicitar films y concienciar a
países no muy liberales, bienvenido sea.
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