sábado, 26 de agosto de 2017

Reparar a los vivos * * *

Uno de los estrenos franceses de estas semanas estivales es la tercera película de Katell Quivélléré después de "Un poison violent" y "Suzanne" con las actrices Sara Forestier y Adèle Haenel. Todo comienza de madrugada en un mar tempestuoso con tres jóvenes surfistas. Unas horas más tarde, en el camino de vuelta sufren un accidente. En el hospital Havre, la vida de Simón pende de un hilo. Mientras tanto, en París, una mujer espera un trasplante providencial que le pueda prolongar su vida. Thomas Remige, un especialista en trasplantes, debe convencer a unos padres en estado de shock de que ese corazón podría seguir viviendo en otro cuerpo, y así salvar, tal vez, una vida. El film adapta una novela de Maylis de Kerengal en que no se da tanta importancia al personaje de la mujer que recibe el transplante como en la película. Este es un interesante drama sobre la donación de órganos en que el corazón literalmente es el protagonista. El film tiene una atmósfera envolvente, incluso poética e intenta evitar el sentimentalismo fácil en un tipo de historia que podría haber caído en el tópico telefilm. La película habla de la fragilidad de la vida humana, en que se pasa de una muerte a una vida que continúa. Está bien interpretada por un atractivo elenco de actores, sobre todo Tahar Rahim como el médico (que se ha convertido en uno de mis actores favoritos), Emmanuelle Seigner como la sufrida madre del chico, Anne Dorval como la mujer enferma y el joven Gabin Verdet como Simon. Tal vez si el tratamiento en la realización no hubiera sido de cierta asepsia, el resultado hubiera sido más contundente y emotivo pero se trata de una propuesta recomendable que formó parte de la Seminci de Valladolid en el año pasado y que fue candidata al César a mejor guion adaptado.


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