La gran obra
Hace unas semanas se estrenó en cines el tercer largometraje coescrito y dirigido por Brady Corbet años después de “Vox lux”. Huyendo de la Europa de la posguerra, el visionario arquitecto László Toth llega a Estados Unidos para reconstruir su vida, su obra y su matrimonio con su esposa Erzsébet tras verse obligados a separarse durante la guerra a causa de los cambios de fronteras y regímenes. Solo y en un nuevo país totalmente desconocido para él, László se establece en Pensilvania, donde el adinerado y prominente empresario industrial Harrison Lee Van Buren reconoce su talento para la arquitectura. Pero amasar poder y forjarse un legado tiene su precio...
Esta coproducción estadounidense es un monumental drama de época que deconstruye el llamado sueño americano y habla de temas como las diferentes clases sociales, la inmigración y la religión. El largometraje se divide en varias partes: el prólogo, la primera parte “El enigma de la llegada”, un intermedio de quince minutos, la segunda parte titulada “El núcleo de la belleza” y el epílogo. Mientras que en la primera parte vemos cómo el protagonista intenta salir adelante como inmigrante en Estados Unidos, en la segunda parte con la llegada de su esposa la película se vuelve más turbia. Aunque lo parezca, este no es un biopic sobre un personaje real. La propuesta nos acerca al estilo arquitectónico del brutalismo que surgió en la década de 1950 en Reino Unido y se caracteriza por el minimalismo y colores monocromáticos. Creo que la obra que construye el director va en consonancia con el edificio ideado por el personaje del arquitecto judío. A pesar del extenso metraje, el visionado no se hace pesado y es de agradecer el descanso. Tiene mérito que siendo una producción que costó menos de diez millones de dólares, el resultado luzca bien. Cabe señalar la música compuesta por Daniel Blumberg, la fotografía a cargo de Lol Crowley en formato VistaVisión en 70 mm que se utilizó hace décadas pero la propuesta no es nostálgica de una época pasada y el montaje juega con planos alternos mientras se escucha la voz en off del personaje de Erzsébet. Mención aparte merece el reparto de actores encabezado por un entregado Adrien Brody (qué bien sufre el actor) en un personaje con ecos al de “El pianista”, acompañado de Guy Pearce como el mecenas Harrison Lee van Buren, Felicity Jones como la esposa de László, Joe Alwyn y Stacy Martin como Harry y Maggie, los hijos de Harrison, Alessandro Nivola como Atila, el primo de László, Raffey Cassidy (“The other lamb”) como Zsófia la sobrina del protagonista y la participación de Ariane Labed.
Desde que el film sorprendiera en la Mostra de Venecia donde ganó el premio a mejor dirección y tras presentarse en la Seminci de Valladolid, “The brutalist” es uno de los títulos más importantes de la temporada de premios: ganó tres Globos de oro a mejor película de drama, dirección y actor principal de drama, tres Satellite awards a mejor película dramática, dirección y actor de reparto para G. Pearce, cuatro premios BAFTA a mejor dirección, actor, fotografía y banda sonora y de las diez nominaciones a los Oscar que obtuvo tiene opciones de ser premiado en mejor dirección, actor, fotografía y banda sonora original.
Valoración: 9
Lo mejor: la dirección y la interpretación de Adrien Brody.
Lo peor: que la duración eche para atrás a los espectadores.
Es curioso cómo el personaje de Zsófia no habla durante la segunda parte de la película excepto para decir que se marcha a Israel con su pareja y en el epílogo, cuando ya es mayor, es la encargada de recordar y reconocer la labor arquitectónica de su tío que construyó un edificio para Harrison van Buren con resonancia al campo de concentración del que huyó. Así como en la época de su construcción el edificio en cuestión no fue muy valorado, tiempo después en 1980 se reconoce su estilo. Algo parecido puede ocurrir con esta película que con el paso de los años podrá ser más reconocida y recordada.
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