Esta semana se ha estrenado la última
película dirigida por Stephen Frears, que tras realizar dramas sobre
personajes reales como "The queen" o "Philomena",
cuenta una historia sobre el ciclista Lance Armstrong. Un periodista
deportivo irlandés está convencido de que las victorias de
Armstrong en el Tour de Francia se deben al dopping y, convencido de
ello, empieza a buscar pruebas que sacará a la luz la verdad del
ciclista. Basado en el informe policial de la agencia de drogas
estadounidense sobre el protagonista, este no es un biopic al
uso,queda cerca del cine de gángsters y describe de manera un tanto
deshumanizada el auge y la caída de Armstrong y detalla el proceso
por el que el ciclista manipuló químicamente su rendimiento y el de
su equipo. Así, la película está realizada de manera cercana a un
reportaje, un poco fría y con un ritmo ágil, por lo que se le puede
achacar que no profundice en el hombre que hay detrás del
deportista, pero tal vez no sea ésta la intención del director. Hay
que señalar el esforzado trabajo de Ben Foster como el protagonista,
un actor de método que es uno de los reclamos de la cinta. Quizás
porque el intérprete ha realizado papeles un poco incómodos y que
pueden no caer muy bien, como éste, el actor no ha encontrado
todavía el papel que lo consagre en materia de reconocimientos pero
ha demostrado ser un notable actor a tener en cuenta. Está
acompañado por los actores Jesse Plemons, Guillaume Canet y el
veterano Dustin Hoffman. Por todo ello, a la espera de "Florence
Foster Jenkins" con una posible premiada Meryl Streep, este es
un filme irregular, que no es de los mejores de los últimos que ha
realizado Stephen Frears como los anteriormente citados pero es
atractivo y más interesante que, por ejemplo, "Doble o nada".
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