En las películas dirigidas por Pablo
Larraín el contexto político de Chile ha sido importante, como en
"Tony Manero", "Post Morten" y la más reciente
"No" que llegó a ser finalista al Oscar. En el caso de su
última película, el director chileno hace una sólida denuncia de
aquellos sacerdotes que han cometido delitos de pederastia que son
apartados oficialmente de la Iglesia Católica a casas retiradas
donde viven como penitencia. Pero el grupo de personajes del film no
saben el motivo de por qué están allí, tiene una disciplina férrea
y está interesado en la caza de galgos. Hasta la casa del pueblo
costero llegan un Padre y un marginado que entorpecen la paz del
lugar. Y más cuando un terrible hecho inesperado hace que llegue
antes de tiempo un sacerdote para investigar los actos impunes de los
miembros de la casa. El director no sigue el camino más fácil y
convencional para explicar sus historias. Ya en su anterior film "No"
el contenido y la forma de las imágenes estaban en consonancia.
También está de manera diferente en"El club", que no es
en absoluto una película fácil de ver, incomoda por lo que cuenta y
por cómo lo cuenta, realizada de manera depurada por Larraín.
Predominan las escenas dialogadas pero aparecen inesperados hechos
violentos que enturbian una realización pausada pero firme, similar
a la fotografía de Sergio Armstrong, donde abundan los cielos
nublados y los atardeceres oscuros. También la música contribuye a
la mala sensación que provoca el film, en que hay momentos (sobre
todo en boca del personaje que distorsiona la rutina del grupo, el
marginado que interpreta Roberto Farias) que verbalizan actos
sexuales prohibidos por los curas. No son presentados explícitamente
por los actores, excepto una escena entre el marginado y una mujer,
sino que el espectador puede imaginarlos en su fealdad dentro del
contexto religioso del film. Todos los actores hacen un gran trabajo,
de entre los que destaco a Roberto Farias, cuyo pasado en un colegio
de sacerdotes le ha pasado factura en la vida, y a la monja que cuida
de la casa y que bien representa la hipocresía y los malos actos (en
contra de los animales también), interpretada por Antonia Zegers. El
film tiene un alcance global, escenas duras que se quedan dentro del
espectador, una atmósfera y situaciones cercanas al terror que
revuelve más al espectador que algunas películas del género de
terror, una última media hora intensa y un final sorprendente. Gran
premio del jurado en el pasado festival de Berlín, donde sin duda
fue una de las mejores películas presentadas, el film está en la
sección oficial del festival Mar de Plata y cuenta con nueve
nominaciones a los premios Fénix. Reconocimientos que abalan la
mejor obra de Larraín, uno de los mejores títulos del cine
latinoamericano del año y probablemente uno de los más interesantes
de 2015.
Valoración:
8
Lo
mejor: la carga moral subyacente en el film, uno de los mejores sobre
la denuncia a la Iglesia.
Lo
peor: ver alguna escena en la que salen mal parados los perros.
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