Jafar
Panahi recurrió a una sentencia que lo condenaba a seis años de
cárcel y veinte de inhabilitación, de ahí que realizara desde
entonces films sin poder salir de su país como “Esto no es una
pelícucla”, “Closed curtain”, “Taxi Teherán” y el que nos
ocupa; afortunadamente vemos que el cineasta se las arregla para
poder salir al exterior. Una
famosa actriz iraní recibe el video inquietante de una joven
pidiendo su ayuda para escapar de su familia conservadora. Entonces
pide a su amigo, el director de cine Jafar Panahi, que le ayude a
entender si se trata de una manipulación. Juntos, emprenden camino
hacia la aldea de la chica en las remotas montañas del Noroeste,
donde las tradiciones ancestrales continúan rigiendo la vida local.
Esta es una película de apariencia sencilla pero compleja, que
empieza con un posible suicidio de una actriz gravado por un teléfono
móvil, pasa a ser una road-movie en que se retrata una sociedad
patriarcal y machista y también se acerca al documental. Con un
estilo deudor de Abbas Kiarostami (“El viento nos llevará”),
Panahi ha realizado un drama profundo y empático en que demuestra su
capacidad de observación y lanza un mensaje feminista en contra de
la opresión de las mujeres de su país. Y es que los personajes
femeninos del film, a los que hay que añadir una actriz madura,
aunque sean tipos de mujer diferentes padecen la misma situación. El
film obtuvo el premio a mejor guion en el festival de Cannes de este
año y gustará a los interesados en el cine de su director.
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