martes, 9 de agosto de 2016

La memoria del agua * * * *


Por fin se estrena esta semana uno de los filmes latinoamericanos que se han presentado en distintos certámenes como el festival iberoamericano de Huelva o la Mostra de cine latinoamericano de Lleida. Se trata de la última película dirigida por el chileno Matías Bize, responsable de títulos como "La vida de los peces" y "En la cama", premiada en la Seminci de Valladolid y que inspiró "Habitación en Roma" de Julio Medem, filme que a su vez comparte con el estreno que nos ocupa la actriz vallisoletana Elena Anaya. Una joven pareja ha sufrido la muerte de su hijo y lucha por mantener la relación. El dolor les ha roto como pareja y a pesar de lo mucho que se quieren, no pueden sobreponerse a la pérdida. Podemos observar la sutil construcción de sus nuevas vidas y sus movimientos por olvidar lo que fueron como pareja. Pero un posible nuevo reencuentro puede hacer cambiar el sentido de sus vidas. La historia recuerda a lo que ocurre después de la muerte en el premiado filme italiano "La habitación del hijo" de Nanni Moretti, pero aparte de la muerte, esta es la historia de un amor que requiere esfuerzos para poder seguir adelante. Así, el director continua explorando las relaciones humanas como ha hecho en otras de sus películas. La que nos ocupa no es fácil de ver, no esconde la dureza del drama de los personajes, pero lo hace con sobriedad, sin caer en el morbo ni los sentimentalismos baratos. Tal vez los personajes principales tienen rasgos muy comunes pero la película se sustenta en buena medida por las excelentes interpretaciones del chileno Benjamín Vicuña, que contiene su dolor y se refugia en lo espiritual y, sobre todo, la española Elena Anaya, rota de dolor, en una de sus mejores actuaciones que le valió una nominación a los premios Platino de este año, junto con la fotografía de Arnaldo Rodríguez, y por el que bien podría haber sido premiada en los distintos certámenes en que se presentó la película. La actriz demuestra estar en una etapa de madurez interpretativa que comenzó con "La piel que habito" por la que ganó el Goya y siguió con "Todos están muertos", por el que volvió a estar nominada. Tal vez no es una película redonda pero es valiente y profunda en ahondar en el dolor del alma humana, su drama llega al espectador, así que es una de las propuestas del último cine latinoamericano más interesantes que podemos ver. 


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