Esta
semana cabe destacar la ópera prima de Mauro Herce, que se centra en
el carguero Fair Lady, cuyos tripulantes son mayoritariamente
filipinos. Entre las conversaciones aisladas de personas con sus
seres queridos, el barco se convierte en en un lugar fantasmagórico.
Observamos la cadencia hipnótica de los engranajes del transporte,
que denotan el movimiento continuo de una maquinaria que parece
devorar a los trabajadores: estos representan el viejo oficio de los
marineros, que desaparece ante el desarrollo tecnológico del siglo
XXI. Parece que se trate de una nave que no va a ninguna parte, tal
vez es el último ejemplar de una especie en extinción, pero las
máquinas siguen funcionando sin parar. Este es un extraño
documental de autor en que las imágenes y los sonidos son muy
importantes, mucho más que las pocas palabras que hay. El director
nos propone un viaje en un carguero en que vemos que las personas
quedan empequeñecidas ante el ritmo imparable de las máquinas.
Herce logra describir una situación real como si fuera un poco
extraordinaria o fuera de lo común por medio de un lenguaje
cinematográfico sensorial y singular. Quizás haya un público sobre
todo juvenil que no encuentre nada de especial en este filme pero es
una de esas propuestas fuera de los cánones tradicionales que son
interesantes y ofrece una mirada diferente. El filme ha tenido un
excelente recorrido en diversos festivales: entre otros premios,
obtuvo el premio especial del jurado en el festival de Locarno y una
mención especial en el festival de Sevilla del año pasado, y hace
pocas semanas antes de su estreno en salas, también fue considerada
con una mención en el certamen Som cinema de Lleida de producciones
catalanas.
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