El estreno estadounidense más
potente de la semana es el debut de Robert Eggers en la dirección.
En la Nueva Inglaterra de 1630, un matrimonio de colonos cristianos
con cinco hijos vive cerca de un bosque que, según las creencias
populares, está dominado por el mal. Cuando el hijo recién nacido
desaparece y los cultivos no crecen, los miembros de la familia se
rebelan los unos contra los otros y un mal sobrenatural les acecha en
el bosque. Es sorprendente cómo Eggers ha realizado una primera
película del género de terror espeluznante, perturbadora, sin
necesidad de trucos baratos o grandes efectos especiales, simplemente
con planos y contraplanos y un ambiente turbio y opresivo bien
conseguido. Además, la película describe las costumbres y la forma
de vida de los calvinistas radicales de la época. Aunque para
algunos el transcurso del metraje sea un poco lento, la trama está
contada con detalles y consigue que parezca novedoso algo ya
lógicamente manido como ver el aspecto psicológico en las
relaciones de la familia. Muy bien protagonizada por la desconocida
para el gran público Anya Taylor-Joy, el año pasado Eggers fue
premiado como mejor director en el festival de Sundance y el filme
inauguró el festival de Sitges. Sin duda, la mejor película de
terror estrenada en lo que va de año y una de las últimas en su
género mejor logradas. Imprescindible para los seguidores del terror
sin sangre y vísceras.
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