Después
de “Un sol interior” Claire Denis ha dirigido este film en que en
el espacio profundo, más allá de nuestro sistema solar, Monte y su
hija Willow viven juntos en una nave espacial, completamente
aislados. Monte, un hombre solitario que usa su estricta
autodisciplina como protección contra el deseo –el propio y el
ajeno–, tuvo a su hija contra su voluntad. Su esperma se usó para
inseminar a Boyse, la joven que dio a luz a la niña. Formaban parte
de un experimento realizado con un grupo de prisioneros: convictos
espaciales, presos en el corredor de la muerte; conejillos de indias
enviados en una misión al agujero negro más cercano a la Tierra.
Ahora sólo quedan Monte y Willow, y él ha cambiado. A través de su
hija, por primera vez, experimenta el nacimiento de un amor
todopoderoso. Willow crece y se convierte primero en adolescente y
después en una mujer joven. Esta coproducción francesa es una
arriesgada y sombría película de ciencia ficción diferente a las
habituales en este género, provocadora, con escenas violentas y de
sexo, también sorprendente y un poco opaca. Está bien interpretada
por Robert Pattinson (actor que no me agradaba mucho en la saga
“Crepúsculo” pero que ha seguido una trayectoria en el cine de
autor), Juliette Binoche (protagonista del anterior film de la
directora) y Mia Goth. La cinta obtuvo el premio FIPRESCI en el
festival de San Sebastián, se presentó en la sección oficial fuera
de concurso en el festival de Sitges y es de esas peculiares
propuestas que pueden estimular como a un servidor o generar rechazo.
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