Años después de la aclamada ópera prima “La hija de un ladrón” Belén Funes ha dirigido su segundo largometraje estrenado en salas. Anabel tiene dieciocho años. Vive con su madre, Delia, una taxista chilena emigrada al barrio de Collblanc hace veinte años. Estudia primero de comunicación audiovisual en la ciudad de Barcelona. Le costó mucho esfuerzo entrar en la carrera porque la nota de corte es muy alta, pero se esforzó… estudió mucho. Ahora su futuro está a punto de cambiar para siempre. Y aunque Anabel todavía no lo sepa, una carta está a punto de llegar. En ella, la inmobiliaria del piso de alquiler en el que han vivido siempre les informa de que tienen que abandonar definitivamente el piso, ya que el edificio ha sido adquirido por un fondo buitre. Esta coproducción española y chilena es un notable drama sobre una relación materno-filial que habla de la inmigración de la clase obrera en Cataluña (hay que tener en cuenta que el origen de la familia de la directora es en Jaén). Esta es una muestra de buen cine social sin estereotipos en que el aspecto íntimo y el político van ligados. Mientras que la primera película de Funes tenía más nervio y enfado, la que nos ocupa es más tranquila si bien intensa, rodada con una cámara ligera y puede recordar al film “Alcarràs” por el componente rural. Cabe señalar las actuaciones de Antonia Zegers y la joven Elvira Lara como madre e hija, acompañadas de Mamen Camacho y Estefanía de los Santos. El film estuvo el año pasado en el festival de Toronto, fue uno de los triunfadores en el pasado festival de Málaga junto con “Sorda” y obtuvo varios premios: biznaga de plata a mejor dirección, guion, premio especial del jurado y premio SIGNIS, también estuvo en el último BCN film fest y es uno de los títulos españoles más destacados de la temporada.
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