Aparte del discreto debut de
Alba González Molina, "Julie" que ya destaquemos a
propósito del festival de Málaga de este año donde recibió el
premio a la mejor ópera prima y a la mejor actriz de reparto (Silvia
Maya), otro de los filmes españoles que se han estrenado el pasado
fin de semana es este dirigido por Andrés Duque acerca de Oleg
Nikolaevich que, a los 89 años, sigue siendo una figura
controvertida y enigmática para la cultura rusa. El hombre parece un
siervo del zar Nicolás II a quien se le confió el piano del palacio
para mantener el espíritu de otros tiempos. Oleg desafía con su
arte la identidad de su país transformándose y reinventándose.
Nacido en 1927, Oleg fue un niño prodigio que tocó el piano para
Stalin, estudió en el conservatorio de Stalingrado y, a lo largo de
su carrera, escribió música para teatro y cine. En Rusia es
admirado por su música pero también por su excéntrica
personalidad. Dirigido en primera persona, el filme es tan singular
como su protagonista. Este es un documental en forma de performance
que trata de un artista, sus métodos y Oleg habla sobre arte o
política. Esta es una de esas pocas propuestas muy particulares que
puede gustar a los más cinéfilos de documentales sobre un artista
en concreto y que demuestra cómo se puede experimentar en un género
como el documental.
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