lunes, 30 de noviembre de 2015

Nadie quiere la noche * * *

 En una semana de muchos estrenos como viene siendo habitual, cabe destacar la última película de Isabel Coixet. Basado en hechos reales, Miguel Barros escribe esta historia sobre Josephine Peary, una mujer rica que viaja al Polo Norte para encontrarse con su marido, el explorador Robert Peary. Durante el viaje, conoce a una guía esquimal y a pesar de sus diferencias, deben unirse para sobrevivir a las duras condiciones climáticas. Ambientada a principios del siglo XIX, la directora catalana explica una historia de dolor y de solidaridad entre dos mujeres que en un principio tenían muy poco en común. Estas están interpretadas por la siempre honesta interpretativamente Juliette Binoche y Rinko Kikuchi, que ya trabajó bajo las órdenes de la cineasta en "Mapa de los sonidos de Tokio" y que en este estreno vuelve a demostrar su capacidad para literalmente introducirse en su personaje. Binoche tiene un interesante arco narrativo en la película, un personaje que es muy agradable y que como bien dice la directora, empieza siendo como un pavo real y acaba como un perro. En películas anteriores como "A los que aman" o "Ayer no termina nunca", se le ha criticado a Coixet su lírica impostada y exagerada para emocionar, aunque formara parte de su estilo personal, pero en esta ocasión, ha realizado un drama más sobrio, muy bien fotografiado por Jean-Claude Larrieu (habitual en el cine de Coixet), que tiene una grandeza épica un poco innecesaria pero también escenas de intimidad entre los personajes (hay que añadir la labor del actor Gabriel Byrne). Hay que reconocer que Coixet ha vuelto a arriesgar con "Nadie quiere la noche" por atreverse a rodar en localizaciones extremas donde apenas tenía experiencia, es una de las directoras más prolíficas (es responsable del proyecto "Spain in a day") y es de agradecer que presente obras suyas en festivales internacionales como el de Berlín (donde presentó este estreno y otras de sus películas), con un claro sentido de vocación internacional, cuando muchos directores españoles cada vez más solamente presentan sus películas en el festival de San Sebastián por resultar más económico (aunque sea un gran festival de prestigio). Quizás es cuestión de una época de crisis pero ¿qué hay de aquellos años en que se presentaban películas españolas en otros certámenes como Cannes o Venecia? Últimamente los casos son contados. En definitiva, el estreno que nos ocupa no es una gran película pero sí una de las más estimables de su directora de su filmografía más reciente. 


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