En una semana de
muchos estrenos como viene siendo habitual, cabe destacar la última
película de Isabel Coixet. Basado en hechos reales, Miguel Barros
escribe esta historia sobre Josephine Peary, una mujer rica que viaja
al Polo Norte para encontrarse con su marido, el explorador Robert
Peary. Durante el viaje, conoce a una guía esquimal y a pesar de sus
diferencias, deben unirse para sobrevivir a las duras condiciones
climáticas. Ambientada a principios del siglo XIX, la directora
catalana explica una historia de dolor y de solidaridad entre dos
mujeres que en un principio tenían muy poco en común. Estas están
interpretadas por la siempre honesta interpretativamente Juliette
Binoche y Rinko Kikuchi, que ya trabajó bajo las órdenes de la
cineasta en "Mapa de los sonidos de Tokio" y que en este
estreno vuelve a demostrar su capacidad para literalmente
introducirse en su personaje. Binoche tiene un interesante arco
narrativo en la película, un personaje que es muy agradable y que
como bien dice la directora, empieza siendo como un pavo real y acaba
como un perro. En películas anteriores como "A los que aman"
o "Ayer no termina nunca", se le ha criticado a Coixet su
lírica impostada y exagerada para emocionar, aunque formara parte de
su estilo personal, pero en esta ocasión, ha realizado un drama más
sobrio, muy bien fotografiado por Jean-Claude Larrieu (habitual en el
cine de Coixet), que tiene una grandeza épica un poco innecesaria
pero también escenas de intimidad entre los personajes (hay que
añadir la labor del actor Gabriel Byrne). Hay que reconocer que
Coixet ha vuelto a arriesgar con "Nadie quiere la noche"
por atreverse a rodar en localizaciones extremas donde apenas tenía
experiencia, es una de las directoras más prolíficas (es
responsable del proyecto "Spain in a day") y es de
agradecer que presente obras suyas en festivales internacionales como
el de Berlín (donde presentó este estreno y otras de sus
películas), con un claro sentido de vocación internacional, cuando
muchos directores españoles cada vez más solamente presentan sus
películas en el festival de San Sebastián por resultar más
económico (aunque sea un gran festival de prestigio). Quizás es
cuestión de una época de crisis pero ¿qué hay de aquellos años
en que se presentaban películas españolas en otros certámenes como
Cannes o Venecia? Últimamente los casos son contados. En definitiva,
el estreno que nos ocupa no es una gran película pero sí una de las
más estimables de su directora de su filmografía más reciente.
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