A
principios de junio se estrenó en cines uno de los films más
esperados de la temporada, la última entrega de la saga “X-men”
relanzada en 2011 con “X-men: primera generación”. Los
X-Men se enfrentan a su enemigo más poderoso: uno de sus miembros,
Jean Grey. Durante una misión de rescate en el espacio, Jean casi
muere al ser alcanzada por una misteriosa fuerza cósmica. Cuando
regresa a casa, esa radiación la ha hecho más poderosa, pero mucho
más inestable. Mientras lucha con la entidad que habita en su
interior, Jean desata sus poderes de forma que no puede controlar ni
comprender. Jean cae en una espiral fuera de control haciendo daño a
aquellos que más ama y empieza a destruir los lazos que mantienen
unidos a los X-Men. Tras
el telefilm “The twilight zone: Blurryman” Simon Kinberg debuta
en el largometraje con esta entrega que también escribe.
Esta es una cinta de ciencia-ficción realizada de manera plana
aunque intenta ser trascendente y grave, se nota cierta apatía y
falta de energía, las escenas de acción están bien resueltas pero
no impactan y la banda sonora compuesta por Hans Zimmer no es de sus
mejores trabajos. El elenco de actores es llamativo formado por
Sophie Turner (vista en “Juego de tronos”) como Jean Grey, el
personaje que en las primeras películas de la saga interpretó con
más acierto Fanke Janssen, de nuevo están James McAvoy, Michael
Fassbender, Jennifer Lawrence, Nicholas Hoult, Tye Sheridan y se
incorpora Jessica Chastain como una villana de poca enjundia. Así
pues, después del “X-men: apocalipsis” que ya dio síntomas de
desgaste, da la sensación que se ha realizado esta película para
dar el cierre a la franquicia y cumplir el contrato, quizás con un
director más experimentado en el género de superhéroes el
resultado hubiera sido mejor pero la tristeza se adueña del tono y
no es una muy satisfactoria despedida aunque puede distraer a los
fans.
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