Uno de los estrenos estadounidenses de
esta semana es esta película dirigida por Jean-François Richet.
Lydia es una adolescente acusada de haber robado una fortuna a un
cartel, pero realmente es una trampa pergeñada por su novio
traficante. La chica debe escapar con el único aliado que tiene: su
parte John Linl, un fracasado antiguo motero rebelde y ex
presidiario, que se ve obligado a relacionarse de nuevo con un pasado
del que huía para salvarla a ella. Con este film, el director
francés demuestra otra vez que es hábil en el thriller, como en los
anteriores "Asalto al distrito 13" y "Mesrine (por el
que Vincent Cassel ganó el César), más que su incursión en la
comedia con "Una semana en Córcega" del año pasado. Este
es un aceptable ejercicio de cine negro parecido a la serie B, muy
entretenido, con un montaje ágil, así que el ritmo furioso hace que
el espectador tenga poco margen para pensar que el guión tiene
clichés y no es muy original. El gran reclamo de la cinta es la
actuación de Mel Gibson, de nuevo cómodo en un papel de producción
no muy grande como en "Vacaciones en el infierno". Está
bien acompañado por Elisabeth Röhm, William H. Macy (actor al que
me gustaría ver más en papeles destacados en el cine) y Diego Luna.
Esta propuesta simplemente ofrece lo que promete y gustará a los
seguidores de este tipo de thrillers de acción con envoltorio sólido
y de Mel Gibson.
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