Esta es la ópera prima dirigida por Peng Tzu-Hui y Ping-Wen Wang que ganó la Concha de plata a mejor dirección en el festival de San Sebastián del año pasado. Un anciano con cojera, Khim-Hok, ha dependido de su esposa a lo largo de los años. Viven en una vieja casa en la periferia urbana de Taipei. Tras la repentina muerte de su mujer, Khim-Hok la coloca en un viejo congelador y continúa viviendo una vida aparentemente tranquila. Pero su hijo, del que estaba distanciado desde hace mucho tiempo, y su nueva pareja aparecen de repente, por lo que finalmente Khim-Hok debe afrontar la muerte de su esposa. La película taiwanesa es un drama delicado y tranquilo sobre el duelo y el autoconocimiento que resulta elíptico y con pliegues que requiere la atención del espectador para completar los huecos. En la propuesta prima la observación, el tono calmado, cuentan las mirada, los silencios y está bien interpretada por los actores.
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